El genio que todos llevamos dentro. David Shenk

Creado: 7/12/2012 | Modificado: 23/1/2013 3712 visitas | Ver todas Añadir comentario



El genio que todos llevamos dentro. David Shenk.

Texto: http://bitnavegante.blogspot.com.es/2010/05/entrevista-david-shenk-el-genio-que.html

Entrevista a David Shenk, a propósito de su libro: "The Genius in All of Us" ("El Genio que todos llevamos dentro")
 


El talento es como el buen tirador, que acierta la diana donde los demás no lo hacen, y el genio es como el buen tirador que acierta la diana donde los demás si siquiera la ven.

Arthur Schopenhauer definió así el concepto de genio, como un regalo que presenta a seres semi-místicos cuyas cualidades innatas los separan de los demás mortales. Mozart, Einstein, Newton, George Best: todos fueron bendecidos por sus genes y lograron una grandeza que el resto de nosotros no puede aspirar a poseer.

O eso es lo que parece ser. El escritor David Shenk, colaborador de la revista The New Yorker y otras publicaciones en EE.UU., lo ve de otra manera. Todo ser humano tiene el potencial de ser un Einstein, afirma este hombre afable, de 43 años de edad, en su último libro, "El genio que todos llevamos dentro" [The Genius in All of Us]. No hay nada especial en aquél que está excepcionalmente dotado. Es una afirmación de consuelo. Pero ¿está justificada?

Usted afirma que todo lo que nos han dicho acerca de la genética, el talento y la inteligencia está equivocado ¿Por qué?

Mi interés se despertó cuando tropecé con algunas investigaciones y estudios especializados. Anders Ericsson, de la Universidad Estatal de Florida, y otros psicólogos, han estudiado cuáles son los procesos que hacen que ciertas personas sean tan sobresalientes en algunas actividades. En otras palabras, han estado tratando de determinar los componentes de esa grandeza.

Por ejemplo, observaron cómo practican los violinistas profesionales. Para un ojo y oído inexperto, parece obvio: todos no hacen más que practicar durante horas y horas. Pero si se mira con más atención a los que lo hacen mejor se descubre, haciendo un seguimiento intensivo de ellos, que practican más y mejor, que el resto de la clase.

Esta cuestión se extiende a todos los logros. Hay una diferencia cuantitativa y cualitativa en la práctica realizada por los súper-grandes (p. ej. en el baloncesto) y los simplemente grandes. Trabajan muy duro para ser tan grandes. Nada se otorga al nacer.

La mayoría de la gente se fija en niños genios, como Mozart, y la conclusión es que su don debe ser el resultado de unos genes fortuitos ¿No está de acuerdo?

Cada una de las pruebas que tenemos sobre cómo funcionan los genes, sobre cómo trabaja el cerebro, y de donde proviene en realidad la musicalidad, son consecuentes con la idea de que no hay nada misterioso en lo de Mozart. No estoy tratando de minimizar sus logros, por supuesto. Pero cuanto más nos fijamos en su vida, o en la vida de cualquier otro genio, te das cuenta que se trata de un proceso. Él reaccionó a un entorno que era prácticamente perfecto para moldearlo en una estrella infantil.

El mito del talento innato de Mozart persiste porque las personas confunden diferentes cosas en su vida. Sabemos que él estaba interesado en la composición desde el principio y sabemos que era un prodigio como artista. Una mente desentrenada reacciona ante esto diciendo que su camino estaba marcado desde que nació, un tipo de reacción que sigue repitiéndose desde hace un siglo. Cada vez que nos enfrentamos con un talento prodigioso, nos dicen que debe ser algo de los genes, porque no podemos imaginar ninguna otra explicación. De hecho, en el caso de Mozart, es evidente que su educación fue también muy notable en términos de estimulación de sus habilidades.

La cuestión es que este problema está empeorando. Cuanto más leemos acerca de lo que los nuevos genes descubren de las condiciones humanas, más fuerte se hace nuestra creencia en el determinismo genético. Sin embargo, nada más lejos de la intención de la gran mayoría de los genetistas.

Usted dice que la grandeza de Mozart no era innata, sino que fue guiada. El practicó, interpretó y compuso mejor que nadie. Pero ¿quién puede decir que esa guía no se hereda? La fuente de su grandeza se hallaría en los genes en tal caso.

Creo que hay genes que influyen en esa guía. Pero no creo que sea una característica innata por completo. Es algo que pasa a formar parte de nuestra personalidad y nuestra psicología y todo eso se desarrolla. La resiliencia y la motivación pueden aparecer en diferentes etapas de vida de un individuo y, a menudo, aparece como respuesta a la adversidad, aunque acepto que para unos será más difícil que para otros desarrollar una guía intensa. Pero, básicamente, es un rasgo desarrollado.

¿Cree usted que la investigación genética nos proporcionará más datos que sugieran que el genio se adquiere, en lugar de ser hereditario?

Los estudios modernos apenas han comenzando a desentrañar cuestiones sobre la expresión génica y epigenética, que es el estudio de cómo el ambiente modifica la forma en que se expresan los genes. Los genes se activan y desactivan constantemente, debido a los estímulos del medio ambiente: la nutrición, las hormonas, los impulsos nerviosos y por otros genes. No existe una imprevista genética dorada que se otorga al nacer, sino una interacción constante entre el mundo exterior y nuestro ADN.

En otras palabras, que los genes no limitan nuestro potencial de ninguna manera.

Así es. Nuestros genes influyen en nuestras vidas, pero también nuestras vidas influyen en nuestros genes. Y creo que eso tiene importantes consecuencias. Ciertamente, en los EE.UU., se tiende a sospechar que algunas personas no son tan capaces de ser educados como los demás.

El caso es que, si decidimos que necesitamos hacer mucho más para aprovechar el talento humano, seguro que todos nos beneficiaremos. Estas cosas suponen recursos, por supuesto. Pero el mensaje general está claro. Nuestro problema no es que no poseamos suficientes activos genéticos, sino que padecemos de la capacidad o habilidad de aprovechar lo que ya tenemos.

Pocos de nosotros conocemos nuestros verdaderos límites, y la gran mayoría de nosotros ni siquiera nos acercamos a aprovechar lo que los científicos llaman nuestro 'potencial desactualizado'.




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